martes, 12 de marzo de 2013

Darío Jaramillo Agudelo


En ese trasegar se le atravesaron las mujeres de Modigliani, que luego inspiraron su propia senda artística. “Yo creo que la mente de uno pinta lo que conoce, y la verdad es que he estado rodeada más de mujeres, que de hombres. Amigas, tías, hermanas, en fin”, comenta Galvis, al resaltar lo que refleja su secuencia de rostros: “Veo unas mujeres inseguras, otras dependientes, otras que no se aprecian y otras maltratadas por sus maridos”.

Para el poeta Darío Jaramillo Agudelo, estos “rostros quieren decir ‘gesto’”, que él lee de manera particular: “Con un formato uniforme, solo rostros, sin fondo, ocupando toda la escena, a veces la misma mujer, a veces otra, imaginarios retratos que miran mirar”.








Academia David Manzur


“Entonces llegué a preguntar en mi casa quién era ese señor. Tendría tal vez unos 7 u 8 años de edad. Y mi papá, que era un hombre trabajador, pero no tenía mayor conocimiento en le arte, me dijo: ‘¿Picasso? No mija, ese apellido no es santandereano’”, anota Galvis.

Sin embargo, la monja nunca supo que con ese comentario había terminado de sembrar la semilla artística en su pupila, que obviamente revolucionó la casa hasta que se enteró quién era ese tal Picasso.

Esa fuerza inexplicable de expresarse mediante el arte y su temperamento rebelde se impusieron hasta llevarla a casarse, a los 14 años, con un hombre 12 años mayor que ella, para huir de la casa. Así inició sus estudios de arte con un profesor brasileño en Venezuela, en donde vivió varios años. Luego se separó y se radicó en Bogotá, en donde continuó su formación artística en la Academia David Manzur y en la Universidad de los Andes.