“Entonces llegué a preguntar en mi casa quién era ese señor. Tendría tal vez unos 7 u 8 años de edad. Y mi papá, que era un hombre trabajador, pero no tenía mayor conocimiento en le arte, me dijo: ‘¿Picasso? No mija, ese apellido no es santandereano’”, anota Galvis.
Sin embargo, la monja nunca supo que con ese comentario había terminado de sembrar la semilla artística en su pupila, que obviamente revolucionó la casa hasta que se enteró quién era ese tal Picasso.
Esa fuerza inexplicable de expresarse mediante el arte y su temperamento rebelde se impusieron hasta llevarla a casarse, a los 14 años, con un hombre 12 años mayor que ella, para huir de la casa. Así inició sus estudios de arte con un profesor brasileño en Venezuela, en donde vivió varios años. Luego se separó y se radicó en Bogotá, en donde continuó su formación artística en la Academia David Manzur y en la Universidad de los Andes.
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